El problema de la discapacidad ha sido tema de algunos cómics muy destacables, sensibles y emocionantes por su autenticidad, pues en buena parte son autobiográficos. Cuando un familiar tiene alguna discapacidad o una enfermedad grave, mostrar una visión positiva de la vida es bueno para los que se puedan ver reflejados por tener un problema similar. Mencionaré cuatro grandes ejemplos de esta actitud, en cómics que ante todo son buenos literaria y gráficamente, pero que por su temática son tanto emocionantes como instructivos.
En Epiléptico, de David B. (Sins Entido), el autor nos cuenta la vida compartida con su hermano mayor con epilepsia, los esfuerzos familiares buscando soluciones, los momentos de felicidad compartida a través del dibujo y el deterioro que los ataques epilépticos producen. Se relata con una emoción y unos matices increíbles lo que es una historia muy dura, que nos atrapa y no se puede dejar de leer.
Cristina Durán y Miguel A. Giner cuentan en Una posibilidad entre mil (Sins Entido) su propia experiencia de tener una niña con una afectación cerebral: los primeros meses de lucha, angustia, incredulidad, expectativas, hospitales, tratamientos, avances y retrocesos que su querida Laia tiene junto a ellos, y el aprendizaje que implica un problema así.
En el recién aparecido Mi año, primavera, de Jiro Taniguchi y Morvan (Ponent Mon) se cuenta la historia de Capucine, una niña de 8 años con síndrome de Down. La niña es encantadora, muy afectiva, aunque a veces se encabezona cuando se contradice su elemental e inocente razonamiento. Padres preocupados, el cumpleaños con el regalo de un perrito, las dificultades de adaptación en la escuela, la dificultad de comprender lo que implica su diferencia... van apareciendo en la historia con el estilo Taniguchi. Se combina una narración expositiva de la historia con la representación de los sentimientos de la propia niña, que es capaz de intuir los conflictos y preocupaciones de sus padres, usa el dibujo como forma de expresión, conversación interior y creatividad...
Y en María y yo, de Miguel Gallardo (Astiberri), se nos da a conocer de modo entrañable la relación del autor con su hija adolescente con autismo durante un viaje de vacaciones: Al margen de las dificultades que no hay que omitir, adaptarse a la manera de ver el mundo de la niña -como se muestra en este libro- nos hace ver el autismo de una manera más comprensiva y relativizar los tópicos y realidades que le caracterizan.
De modo que estos cuatro cómics reflejan las vivencias personales y familiares ante la discapacidad en distintas etapas vitales. El nacimiento y los primeros meses de vida causan en los padres ansiedad, preocupación, recorridos médicos, diagnósticos, progresiva aceptación, estimulación temprana, lucha..... Luego viene la problemática de la integración escolar, que el retraso en el aprendizaje puede impedir y suponer el desplazamiento a un centro de educación especial, lo que para los padres es otro golpe, por lo que tiene de exclusión. Luego se avanza hacia una visión positiva y adaptada al hecho de la diferencia del hijo, sus dificultades y al mismo tiempo sus valores. Y cuando esta situación la miran los hermanos percibimos el conflicto que les supone saber que tienen que vivir su propia vida sin desligarse de ese otro yo que en el fondo podrían haber sido ellos mismos.
Cómics altamente recomendables, emocionantes, encantadores e instructivos para cualquier persona, con o sin vivencias cercanas a las que se relatan.