La preparación de esta mesa redonda fue el resultado de una discusión previa al curso con varias propuestas (y versiones) y se articuló en torno a varias preguntas.
El primer punto fue “la alfabetización ¿como alfabetismo o como competencia?”.
Carles Monereo comenzó con la definición de CILIP, que incluye conocimientos técnicos, de contenido, procedimentales y, sobre todo, condicionales o estratégicos. Se declaró contrario a hacer listas de competencias y propuso crear mapas de problemas prototípicos que respondan a necesidades reales de las personas. La tarea supone activar un proceso consciente, algo específico del ser humano.
Gabriela Sonntag hizo hincapié en que es necesario aprender a aprender, entendiéndolo como un proceso consciente que busca soluciones a los problemas derivados de las diferentes necesidades de los ciudadanos, que -en el ámbito educativo- aparecen en la enseñanza propia de cada una de las disciplinas que se imparten.
Félix Benito defendió la idea de que se debe trabajar en las competencias en información desde la educación infantil, contemplando habilidades diversas, entre las que caben la afectividad y el conocimiento y que deben graduarse desde primaria a secundaria, sin olvidar que la información práctica es tan importante como las demás.
Txema Báez consideró que la información debe aplicarse a toda la vida, lo que requiere una formación continua. Es evidente que siempre hay algo que no sabes ya que las necesidades cambian, lo que afecta también a los sabios oficiales, a los que hay que atender. No tenerlo en cuenta genera un problema de acomodamiento que conlleva quedarse fuera del mercado social y de trabajo.
El punto 2 versaba sobre el planteamiento y los problemas de la ALFIN.
Carles cree que en el contexto educativo los documentalistas deberían trabajar con profesores, partir de los problemas que ocurren en las aulas e integrar la ALFIN en el currículo. Diferencia entre competencias deseables e imprescindibles (las que si no se tienen te hacen vulnerable).
También contrapone conocimientos generales y disciplinares.
Hay que estudiar a los estudiantes y partir de sus problemas, ajustándose a su “mente virtual”, basada en una identidad digital y en maneras diferentes de leer y escribir.
Los profesores deben aprender las competencias informacionales adecuadas a su materia; así como ser capaces de “infusionar” las competencias de información y coordinarse con la biblioteca. En este sentido, el bibliotecario cobra las funciones de asesor o mediador.
Félix denuncia que hay muchas contradicciones en el sistema educativo obligatorio que motiva en buena medida que haya una fractura enorme entre lo que realmente necesitan los estudiantes y lo que desean, además de un desfase generacional. Considera que los libros de texto son una especie de enciclopedias temáticas enfocadas al examen del conocimiento, olvidando el tratamiento de la información, la necesidad de aprender a aprender y la potenciación de la autonomía y la iniciativa personales.
Gabriela describe la realidad estadounidense. Se quiere que quienes lleguen a la universidad tengan un currículo ALFIN; pero la realidad es que hay muchos problemas para hacer la transición a la universidad y casi todas las universidades han implantado cursos obligatorios de orientación a la universidad, que consisten en seminarios, talleres... Se empieza ¡entonces! a enseñar la lectura crítica.
Txema habla de la Web of Knowledge, un recurso que la FECyT proporciona con licencia nacional. Manifiesta que no es un teórico, sino un práctico y su cometido es hacer que las cosas funcionen. La licencia nacional cuesta varios millones de euros al año y hay que sacarle rendimiento; es decir, hay que usarla.
Para potenciarla se dan tres tipos de formación (en línea, presencial y a través de tutoriales).
Además, como es necesario saber hacerse ver en la investigación, se orienta sobre qué hacer para identificar las publicaciones científicas propias; sobre todo, proporcionando unas pautas para la normalización de autores e instituciones. Para ayudar a la evaluación se ha creado un apartado que se titula “Mi perfil investigador” que permite buscar publicaciones propias en la base de datos y hacer análisis de la producción propia.
La clave para él estriba en que hay que ver cómo conseguir ser competente para manejar la información científica, puesto que la ciencia es una profesión como otra cualquiera.
El tercer punto se refiere a la programación específica de la formación en ALFIN y, en especial, de la formación de formadores.
Carles recuerda que los formadores que hay que formar se constituirán en mediadores. Plantea tres modos fundamentales: la información en cascada; la adopción de distintos roles; la utilización del “modelado”, observando qué proceso sigue alguien cuando está haciendo algo. Tampoco hay que descartar el uso de portafolios, dossier de apuntes...
Gabriela defiende que la mejor manera de conseguirlo es adoptar en serio la idea de aprender a lo largo de la vida. La biblioteca debe buscar nuestra autoeducación, desarrollar las prácticas para la excelencia y actuar como asesora de docentes. Es fundamental revisar las prácticas para descubrir qué es lo que hay que dejar de hacer.
Es preciso también crear un grupo de evaluación que pueda determinar qué niveles existen. Hay test estandarizados y, en algunos casos, exámenes nacionales.
Para Félix es imprescindible establecer una metodología documental que contemple la comprensión textual y expositiva, donde el pensamiento crítico lo impregne todo, sin olvidar las habilidades sociales, el comportamiento ético y las disposiciones afectivas. Tampoco deben olvidarse las estrategias de resolución de problemas y toma de riesgos.
Txema considera que los jóvenes son muy competentes moviéndose en la web; pero no tienen en cuenta algunas cuestiones que son fundamentales (como el plagio). Parece que tras 4 años de secundaria renuncian a la curiosidad o el sentido crítico. Hay que ir más allá del acceso y el saber, ya que es fundamental cómo se usa la información y para qué; en definitiva, hay que tener sentido ético.
Carles cree que es necesario que alguien les enseñe a valorar lo que es válido o no, ya que “ser autónomo no es hacer las cosas solo” sino que hay “voces en la mente” que te acompañan.
Gabriela piensa que es la consecuencia del uso del libro y de los apuntes como únicos elementos para enseñar. A su parecer, no deberían existir los libros de texto.
El punto 4 se dedica a la evaluación de resultados individuales: ¿los alumnos han conseguido el nivel que nos habíamos planteado?
Carles considera que en el aprendizaje la clave es la evaluación. Recuerda que las comunidades autónomas hacen pruebas de competencias básicas y también se realizan a nivel europeo (PISA). Habría que ver qué elementos contienen que se relacionen con la ALFIN, igual que debería aligerarse el currículo, demasiado cargado. Evaluar tiene dos facetas básicas: un proceso y un producto. Habla de diversos métodos de evaluación.
Gabriela enfatiza que la evaluación no se debe dejar jamás para final; antes bien, es un elemento fundamental para comenzar, puesto que de ella se infiere un diagnóstico que permite trabajar con bases fundamentadas.
En otro sentido recuerda que todavía estamos definiendo los límites y contenidos de la ALFIN. Si es así, cómo vamos a saber exactamente cómo debe ser la evaluación.
Félix sugiere que cuando hay expertos cualificados se concentren en una materia. Debe intentar modificar la metodología didáctica. Piensa además que los editores deben cambiar sus productos.
Una de las asistentes habla de su experiencia en una facultad preparando en ALFIN a los recién llegados. Considera que este trabajo conlleva un cambio de paradigma didáctico/pedagógico de lo vertical a lo horizontal y que introducir esta competencia es una punta de lanza, “un arma cargada de futuro”.
Carles contesta que el cambio cuesta mucho; pero es necesario. Cree que las instituciones tienen que creerse lo que defienden y puso como ejemplo la Universidad de Mondragón, en la que normalmente hay muy pocas clases magistrales a la semana y se trabaja con tutorías en grupos de 12 alumnos.
Cristóbal argumenta que es necesario trabajar con grupos de profesores que crean que lo que debatimos es lo correcto y que trabajen en colaboración para insertar la ALFIN en las asignaturas, con responsables (puede ser un colectivo) que coordinen todo. Defiende la existencia de una certificación que determine que se cumple un determinado nivel de competencias.
Gabriela dice que en su Universidad la ALFIN tiene mucha importancia; pero que quizás se deba (en la línea que apuntaba Cristóbal) a que sea una universidad joven (fundada en 1989) con poca tradición y personas “nuevas”, lo que hace que se tengan ideas y esperanza y se rompa con lo tradicional.
Carles enfatiza que la gente quiere; pero no basta con ello, hay que animarla.
Finalmente, el secretario del curso, Andoni Calderón, hizo un resumen de toda la mesa redonda.
Esta mesa redonda fue grabada por Universia y estará disponible en la web. |