El 21 de abril de 2025, a los 88 años de edad, falleció el Papa Francisco, tras haber ejercido la función de 'sumo pontífice' durante los últimos doce años. El día de su muerte se inició el protocolo tradicional: confirmación de la muerte, funeral, entierro y cónclave. El cónclave consiste en una reunión del Colegio Cardenalicio en la cual los cardenales con potestad para votar se reúnen en la Capilla Sixtina de la Ciudad del Vaticano para elegir al nuevo papa. Esto ocurre siempre que la Iglesia Católica se declara en sede vacante, es decir, cuando se queda sin su cabeza visible, el pontífice (normalmente cuando fallece, pero también en caso de abdicación, como ocurrió en 2013 con Benedicto XVI).
Este sistema para la elección de un nuevo papa tiene su origen en la bula Ubi Periculum, redactada en 1274, durante el Segundo Concilio de Lyon. Antes de la bula, la elección de un nuevo pontífice recaía en manos tanto del clero local como de los laicos, y el proceso se alargaba en exceso. El objetivo para la promulgación de la bula fue acortar el proceso. Se impuso que los cardenales fuesen encerrados en un lugar apartado bajo llave (de ahí el origen del nombre: cum clavis), y en caso de que la decisión se demorase en el tiempo, se les iría reduciendo la comida y la bebida. En un inicio, la medida probó ser eficaz: en las primeras elecciones que se llevaron a cabo bajo estas restricciones, se eligió al papa en apenas un día. Sin embargo, en lo sucesivo la bula fue obviada y las elecciones volvieron a alargarse en exceso. El papa Celestino V sería quien volvería a imponer las normas del cónclave, que han pervivido hasta nuestros días. Aunque hoy en día la situación para los cardenales no sea tan severa, todo el ritual de elección que tiene origen en esta bula se ha mantenido.
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